miércoles, 11 de abril de 2018

Un lugar en silencio (A Quiet Place)


Unos extraterrestres han dominado el planeta y para sobrevivir las personas no deben emitir ningún sonido, por más pequeño que éste sea, los extraterrestres destruyen a los seres humanos en cuanto los perciben, pero son ciegos y se guían por el ruido. En esas circunstancias una familia trata de sobrevivir. El padre (John Krasinski) y la madre (Emily Blunt) plantean la preocupación de cuidar a sus hijos, hiperbolizando la situación normal del amor maternal y paterno. Los padres sufren pensando en el porvenir de sus hijos. El filme arranca aún más grave todavía, cuando el hijo pequeño es asesinado por uno de los monstruos. La sensación de culpa acompaña su recorrido y la atención se duplica.

La primera parte del filme es no emitir sonido, se mantiene el suspenso, la muerte asecha al mínimo error. En la segunda parte empieza la acción, se desencadenan secuencias muy bien preparadas y ejecutadas. Un clavo brilla por su premeditación. En la bañera la madre va a dar a luz y no puede gritar, el escenario es tenso y sublime. Los monstruos están cerca. Así, secuencia tras secuencia abunda la emoción. En la caminoneta los hijos están a la merced de los extraterrestres y surge una acción desesperada, aunque mecánica y predecible para tanto background cinematográfico. Krasinski un actor cómico hace gala de un buen histrionismo, se vuelve un conductor y protector melodramático efectivo. Blunt y la hija que hace Millicent Simmonds sobresalen al respecto, provocando gloriosos momentos emotivos. La familia ama y muere por cada uno de sus integrantes.

El filme que dirige John Krasinski tiene cohesión entre la responsabilidad de ser padre y la amenaza sobrenatural de la muerte. En una escena el padre enseña a su hijo (Noah Jupe) a ser valiente a pesar de la adversidad, le trasmite seguridad, con la pequeña caída de agua. Los monstruos están muy bien manejados, recuerdan al uso de la saga de Alien. El final aunque se va preparando no luce excepcional ni especialmente argumentado, tan sólo correcto. Termina con el remate clásico de que ya la humanidad está preparada para hacer frente a los monstruos, tienen el valor correspondiente, ya no se trata de ser sigiloso, que es parte trascendental de la propuesta, que lleva un uso magistral del silencio y la amplificación de sonidos en especial. A quiet place (2018) es memorable en su lenguaje de señas y falta de diálogo, creando mucho suspenso y luego mucha acción, como con la inundación del sótano y el ruido del llanto del bebé que atrae el miedo y la zozobra, la obra del peligro latente.