sábado, 27 de enero de 2018

Good Luck

Así inician su trabajo unos mineros, deseándose un llano pero trascendental buena suerte. La primera parte nos muestra a los empleados estatales de una mina subterránea de cobre de 400 metros de profundidad, en Serbia. Una pequeña banda sin identificación abre el filme. Un hombre toca el acordeón dentro de la mina. Los rostros de los mineros son filmados en blanco y negro, la cámara fija los mira atentos, ellos tratan de no sonreír, a veces lo hacen, mayormente se mantienen serios, no saben qué hacer, es la toma de su humanidad, de su importancia, cuando ellos se ven humildes.

Los entrevistan sentados en grupo en el interior de la oscura mina, ellos minimizan la situación con su ausencia absoluta de solemnidad, no pretenden ser un drama social, ya basta con la realidad de alrededor que atrapa la cámara, ellos únicamente quieren un mejor pago, un pago justo, y darles un buen futuro a sus familias, lo dicen tranquilos, entre muchas bromas.

El director americano Ben Russell trata de hacerlos hablar, la mayoría no es muy despabilada, escapan de las preguntas serias y emocionales con chascarrillos, tomándose el pelo entre ellos, son de pocas palabras, son tipos fuertes y muy sencillos, aquí no hay figuritas de álbum, hay seres humanos. Sorprende ver su alegría, educación y buena onda, su trabajo es difícil y muy arriesgado, pueden perder la vida en cualquier momento, sólo basta un poco de mala suerte. Sin embargo, son los más firmes.

La segunda parte del documental muestra a los trabajadores de una operación ilegal minera de oro en los trópicos de la selva de Surinam, América del sur. Son gente de color, muchos muy jóvenes. La cámara sigue sus recorridos largos en tiempo real. El filme es lento. Dura 143 minutos. A ambos grupos los vemos haciendo cosas mínimas, repetitivas, rutinarias, que les exigen resistencia y paciencia. Una canción cierra la última parte, remite a la vida de éstos mineros, sobre lo que hacen, sobre su búsqueda de oro, su tipo de vida y el pago que tienen, sobre su trabajo en equipo y su dura lucha de sobrevivencia. Es una canción secretamente melancólica (debajo de un buen ritmo), como quizá sea la vida de estos templados mineros.