sábado, 21 de octubre de 2017

Alanis

Ganadora de mejor director y mejor actriz –para Sofía Gala- en el festival de cine de San Sebastián 2017. La directora argentina Anahí Berneri pone de protagonista a una joven prostituta de la calle, Alanis (Sofía Gala Castiglione), con la que el filme no pretende dibujar a alguien con sentido alguno de culpa o vergüenza, es una prostituta libre y orgullosa de su elección, teniendo además que cuidar sola de un hijo muy pequeño, pero con el que no se busca complicidad de cine candoroso, porque es madre así puta y sin extremismos al cuidar de él. Lo que se quiere es reforzar la idea del relajo de las figuras, no hay que ser pura ni iluminada para ser madre, tampoco ser puta te hace una mala madre en la práctica directa.

A Alanis le proponen el trabajo de empleada del hogar, pero le agota mucho y añora la vida fácil de la prostitución, decide sin muchas vueltas seguir ejerciendo de puta, se refleja sin ambigüedad que ser empleada no es lo suyo. La trama es su sencilla existencia, cómo es su día a día, cómo su lugar en el mundo es vender su cuerpo, sin prácticamente discusión que dar (con unos amigos/tíos hay un mínimo sutil de exigencia a ese respecto). Se le ve muy segura de lo que quiere hacer, no hay medias tintas, inclusive es sarcástica con los detractores, como con aquel interrogatorio del servicio social, en un filme que no quiere ser parte del cine social, por lo menos no del típico, aun cuando es un Buenos Aires humilde el que se retrata.

Observamos a Alanis en más de una oportunidad en pleno ejercicio de furcia, no es una fémina violenta, tiene su lado amable y hasta nobleza sin aspavientos, pero no es de carácter sumiso. Hay una escena de cierta duración donde está en la posición del perrito y ella va diciendo palabras que quieren calentar a un cliente que inicialmente no puede conseguir una erección. Ella se aburre por la demora una vez empieza el coito (lo normal), pero sigue fingiendo excitación, a la vez que va poniéndose agresiva e intensa en su expresión facial y en sus palabras eróticas y pedestres. La cámara está cerca, yace casi pegada a ella –provocando un sentir de intrínseca incomodidad, de invasión-, a quien están empujando por atrás con rudeza y ardor en ascenso, y ella luce firme y fiera, como la personalidad de su personaje. Es una escena memorable que pinta de cuerpo entero a ésta mujer, y a la fuerza interpretativa de Sofía Gala, que abre con todo el filme cuando yace paseando desnuda por buen rato por su apartamento, con mucha seguridad y soltura, fresca y entregada a su papel. Se le aprecia bella y trasluciendo espontaneidad, sin ser físicamente perfecta.

El mayor logro del filme es que no hay la intención de provocar conmiseración hacia Alanis, no es una mujer sufrida, maltratada por la vida, o entregada a un infierno; es libre en toda voluntad, anclada únicamente al lugar más cómodo y empático con quien ella es. Cierto la vida es dura en Buenos Aires, pero Alanis tiene opciones, además de que tiene “familia” (como una pareja de tíos), pero no las quiere, le son problemáticas porque en lo que ella cree es en la prostitución, y ésta no es color de rosa, pero nos hace ver que es lo suyo, aunque se enfrenta a posibles clientes violentos –como en el pedido de sexo anal que no quiere aceptar; en un lugar desolado- o como cuando choca con otras prostitutas que cuidan de su zona, de sus ingresos.

El filme de Anahí Berneri no quiere hacer melodramática la historia, no quiere buscar la tragedia, ni el padecimiento –lo lacrimógeno- ni los efectismos fáciles, no quiere la retribución ni confabulación de un público primario de cine amable pecaminoso y redentor, sino a otro, a ese que gusta de la liberalidad y las causas perdidas, quiere ser una película de cine arte seria y madura, condescendiente con la prostitución o, en todo caso, no señalar con el dedo de la superioridad, sino busca tratar de presentar una elección personal, sin traumas ni fuerza bruta de por medio. Sólo a una mujer y su facilidad para vender su cuerpo, su total relajo para que cualquiera le pague y tenga sexo con ella; efectuar una transacción como cualquier otra, un trabajo donde somos buenos y nos sentimos a gusto, nos expresa claramente Alanis, y ésta propuesta. No es una mirada común, pero es una realidad y también una elección, y no es la mayoritaria perspectiva del dolor, tampoco la del placer sexual ni la fantasía perversa, sino la de la economía light, un trabajo, el de mujer barata.