lunes, 11 de septiembre de 2017

The Eyes of My Mother

Película filmada en blanco y negro, ópera prima de Nicolas Pesce, de una hora 15 minutos, dividida en tres partes (mamá, papá, familia). El filme relata la corrupción de una mente y el nacimiento de una asesina. Una niña muy unida a su madre, una cirujano ocular de origen portugués, suele atender como trabaja con los animales de su granja, la madre va formando su personalidad, pero es cuando ocurre un incidente salido de la nada que queda perturbada.

Prácticamente sola en el mundo con un padre que no le habla, que está pegado a la televisión y apenas comparte un baile ocasional con ella es que su mente sigue el camino inevitable de la distorsión. Lo que viene después es ver a una persona fría y malvada; surge la tortura y la animalización de víctimas. El filme se apropia de la sangre caliente –latina- de la protagonista –lesbiana, además-, la que macabramente habla sola -llamando a su madre- y algo –el bosque, lo oscuro- le escucha y le cumple sus deseos.

La propuesta puede verse sólo como una trama criminal de una persona perturbada. Queda claro que Francisca (Kika Magalhaes) es una mujer enferma, una psicópata, el filme crea un personaje sólido con ella; es más, ella es la película. Las tres partes del filme son cómo va definiéndose como persona, cómo estos puntales construyen su psiquis. La trama es muy austera por donde se le vea, pero muy placentera como terror.

Uno de los asesinatos por extraño que suene se percibe como un baile sensual –a lo Hannibal Lecter-, en medio de apuñalamientos y el sabor agridulce del karma. La escena de la mujer esclavizada avanzando a oscuras hacia un posible atropellamiento también ostenta una estética, rara e inquietante.

El filme muestra mucha crueldad y extravagancia en el comportamiento de Francisca, la que es como un animalito sin demasiado entendimiento de sus acciones. Pero no vemos asesinatos explícitos, estos yacen en fuera de campo; la historia se enfoca en la locura a raíz de la soledad, el vacío y la pérdida, en las voces de su cabeza, en sus necesidades físicas y emocionales corrompidas, en el aprendizaje del placer sórdido y el recuerdo de la profesión materna.