sábado, 24 de diciembre de 2016

Rogue One: Una historia de Star Wars

Un spin-off de Star Wars sonaba a priori a algo poco posible de que fuera a tener éxito, pero el resultado en manos de Gareth Edwards (Monsters, 2010) es bastante satisfactorio. Muchos dicen que lograr una película decente tras la nueva trilogía y Star Wars: Episodio VII- El despertar de la fuerza (2015) ha sido cosa fácil, no había mucho que superar, pero la realidad es que este spin-off que se ubica entre el Episodio III y IV de la saga, una versión 3.9, digamos, es ciertamente un tipo de genialidad, sobre todo cuando de lo que trata el filme presente es de conocer como los planos de la estrella de la muerte llegaron a manos de la princesa Leia, con lo cual pueden destruir ésta arma de destrucción masiva. Asunto que se ve en Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (1977). La película que dirige Edwards tiene un meollo muy sencillo. La trama parte de encontrar a la hija de uno de los principales arquitectos de la estrella de la muerte, muchacha que será la heroína, Jyn Erso (Felicity Jones), y que formara parte de los rebeldes que luchan contra el lado oscuro, donde no hay jedis sino gente valiente pero común.

El capitán Cassian Andor (el mexicano Diego Luna), el piloto renegado del imperio Bodhi Rook (el británico de ascendencia pakistaní Riz Ahmed), el droide del imperio reprogramado como rebelde K-2SO (con la voz de Alan Tudyk), el monje ciego Chirrut Îmwe (el hongkonés Donnie Yen) que cree en  la fuerza pero no es un jedi, y su leal amigo el mercenario Baze Malbus (el chino Wen Jiang) son el grupo de rebeldes que acompañaran a Jyn Erso tras los planos. Como se ve el filme ha buscado la diversidad de nacionalidades y razas, sumado a que el padre científico lo interpreta el danés Mads Mikkelsen, y el enemigo es el director Orson Krennic en el actor australiano Ben Mendelsohn. Esto luce natural, no se nota mayor diferencia en el mundo de Star Wars. Hay una plena compenetración. Los personajes rebeldes tienen sus pequeñas historias, nada especial, pero suficiente como para identificar algún rasgo de personalidad. Andor, en un competente Diego Luna, es un hombre que se arrepiente de su obsesión y amoralidad con la guerrilla. K-2SO es gracioso, y se presta al comentario audaz. Donnie Yen reparte golpes de kung fu, pero solo a los Stormtroopers, igual a una de sus películas (y así se sienten varios momentos del filme, no necesariamente son los de un sci-fi), pero haciéndolo sólo frente a la plana baja.

Desde luego todos celebran al robot K-2SO (¿ironía?), pero lo interesante es ver que Diego Luna se mantiene serio y creíble en toda la película (cuando parecía una elección “extraña” para el mundo de Star Wars; tampoco es la primera vez que sucede en la saga), muy poco o casi nada aparatoso o llamativo, todo lo contrario a lo que esperaríamos de un héroe, pensemos que puede verse como un especie de Han Solo. No hay fiesta ni espectáculo en el personaje de Diego Luna. Cumple, acepta un lugar menor. Igualmente pasa con la naturalmente carismática, en parte contenida y bella Felicity Jones, a pesar de haber sido criada y entrenada por un guerrillero extremista como Saw Gerrera (Forest Whitaker) y haber cierto ímpetu desarrollado en ella. Gerrera hace de contraste con la práctica de una revolución más bruta, en una línea narrativa que pareciera sobrar o confundir, pero que en realidad da más que una pequeña perspectiva de expresión política, hace de bisagra entre la separación de padre e hija Erso de la apertura con cierta motivación y venganza existencial del trayecto. Tiene más sentido del que se cree.

Orson Krennic es un enemigo también humilde, pero sorpresivamente más competente que Kylo Ren, no tiene poder alguno, es solo un tipo ruin y apasionado, pero su ambición y frialdad denotan ser bastante valiosos como el antagonista central de Rogue one. No obstante, la riqueza del lado oscuro en verdad viene del pasado, lo mejor del filme es el CGI del querido Peter Cushing como el malvado y mítico Grand Moff Tarkin. Digitalmente disfrazan la actuación del británico Guy Henry de fisonomía parecida a Cushing –quien murió en 1994-  y con esto le dan vida. El resultado del efecto es maravilloso, totalmente creíble. Es como ver una nueva actuación del propio Cushing en la película, a diferencia del CGI de la princesa Leia que denota falsedad, mucho brillo. El otro resucitado es Darth Vader, pero solo es necesaria la voz original de James Earl Jones. En el filme a Vader se le usa brevemente y huele a deja vu, pero de todas maneras en su segunda aparición brinda uno de los mayores orgasmos de un cinéfilo.

Una interrogante que uno se hacía era como iba a ser el desenlace del filme y de los personajes para encasillar con toda la saga de Star Wars, y aunque muchos han apuntado a encandilarse con la idea –y promesa de Gareth Edwards- de una batalla sin igual, y ya muchos hablan con entusiasmo selectivo del último acto del filme, la realidad es que tiene lógica, sorprende de Disney y es conmovedor el final. El filme paga bien al espectador, cierto que tampoco es terriblemente maravilloso, maneja mucha humildad, hay una notoria noción –en el alcance- de estar frente a un spin-off, pero ver al original Vader, al original Moff Tarkin, articular una trama y narrativa correcta, sin malograr nada y propiciando un background básico, generar emoción en algunos momentos de acción y sostener el mundo de Star Wars desde cierta independencia inocua merece su agradecimiento.