martes, 29 de noviembre de 2016

La llegada (Arrival)

El canadiense Denis Villeneuve es uno de los grandes directores de la actualidad, no solo únicamente en Hollywood y por la enorme repercusión que esto significa en los cines del mundo, sus películas exceden el rotulo de simple entretenimiento, es audaz, interesante y personal. Su última película es una maravilla, tiene suma inteligencia en como armar una narrativa plena, perfecta y de relevancia, y sorprender al espectador por completo con su redondez final. Hablamos de llevar una sonrisa –y lágrimas- al final de su visionado, y esto se debe a que el filme está interrelacionado con algo muy humano; lo grande y posiblemente espectacular –a lo Independence Day (1996)- con lo familiar y muy sensible.

La llegada (2016) puede ser vista como una historia de posible invasión y guerra con extraterrestres, en donde 12 naves yacen a pocos metros de altura en los cielos de distintos países de nuestro planeta, sin que conozcamos sus intenciones, con lo que ciertas potencias mundiales como China en especial, y EE.UU. por su parte también se halla en tensión y desconfianza, sienten que pueden ser un peligro para la humanidad, y están dispuestos a atacar a las naves, mientras los alienígenas, que parecen calamares o pulpos de buen tamaño, votan tinta para generar símbolos como palabras tal cual el idioma japonés o jeroglificos, y hay un trabajo de comunicación y de descifrado por lograr, para lo que se le pide a una experta lingüista, Louise Banks (Amy Adams), que se encargue. La otra parte del filme es que Louise supone ha perdido a su hija, y debe superarlo (antes o después, no importa), lo cual es enorme, pero la historia no se queda ahí y juega con nuestro entendimiento inicial, al dar un gran vuelco al final.

Los extraterrestres vienen a hacernos ver el lenguaje universal, en una unión trascendental de evolución como en 2001: Una odisea del espacio (1968), articulando un lenguaje que significa devoción al ser humano –tocando nuestra entrañas y vínculos más poderosos- a pesar de cualquier desenlace, mediante lo gigantescamente complejo  y  extremo de padecer;  o aquel que trata de comprender lo que le es distinto y lejano, al otro, al foráneo, uniendo las distancias, como puede ser a través de los puntos de conexión como el amor y la entrega más honesta.

Todo el filme tiene una lectura sentimental escondida en una película de ciencia ficción, de las mejores de la historia del séptimo arte, agrego. Es parcialmente una película de género, que se escurre de las convenciones y de lo más fantástico (incluso las naves y los extraterrestres son algo muy básico visualmente, las naves parecen monolitos, otra conexión con la película de Kubrick), que en realidad es más un drama velado, fuera de las tantas intervenciones de la lingüista y de su equipo que cuenta con el matemático Ian Donnelly (Jeremy Renner) que será parte importante dentro del rompecabezas general. La llegada, aclaro, no es una película difícil de entender, como la interesante pero críptica Enemy (2013), es cercana y amable, la que será más que seguro una película de alta competitividad en los próximos premios Oscar. También será bastante curioso ver que hace Villenueve con la secuela de Blade Runner (1982).