sábado, 20 de febrero de 2016

Tokyo Tribe

Estamos ante una película algo irregular, pero sumamente entretenida, extravagante, híper moderna, el que es un musical donde varias pandillas japonesas cantan hip hop mientras disparan, pelean a puño limpio, usan katanas y cualquier tipo de armas inimaginables para matarse entre sí, siendo un lugar donde puede caber de todo, en la que es la irreverencia y la sorpresa continua, no obstante con una disposición de no caer en la idiotez o en la vergüenza ajena, como le pasa a muchos de sus compatriotas, que por algo Sion Sono es el mejor.

Tokyo tribe es la adaptación de un manga, por lo que el director de culto Sion Sono sigue una clara y fuerte vocación de fantasía, imponiendo mucha ironía, buscando divertir sin prejuicios, en absoluta libertad y audacia, pero habiendo una cierta coherencia a pesar del exceso, algo importante que define el valor de su cine. 

Se trata de una banda rival que quiere imponerse al resto cuando viven en paz respetando sus límites de su dividido territorio. Formado por pandillas curiosas, típicas de un mundo imaginativo, como una de mujeres militarizadas o al estilo motoristas Hells angels, que llegan a usar un ágil tanque de estilo punk (que no luce del todo real, pero no desentona con la parafernalia general, que enmarca y dibuja al filme, uno lleno de luces, mucho color y abundancia que plantea un ambiente de caos, de lo que poco importa saberse todos los nombres y lugares japoneses); otra con un líder robusto vestido de armadura como un guerrero samurái, o la de nuestro héroe –uno de ellos- y líder de otra pandilla, Kai (que no tiene mucha gracia como personaje, al ser demasiado impoluto y obvio), luciendo a lo beisbolista callejero neoyorkino. 

Todos pasan por la cultura del hip hop, sumado al aire yakuza de algunos, como especialmente se ve en el tipo de espíritu Tony Montana en versión nipón llamado Lord Buppa (Riki Takeuchi) que es el jefe de la banda que quiere invadir y aplastar a las otras, quien siempre yace acompañado de bellas mujeres, voluptuosas y sensuales, como muchas prostitutas, teniendo un fuerte negocio al respecto, de lo que genera la aparición de otro héroe, heroína más bien, cuando la raptan, en la virginal pero prominente combatiente, Sunmi, que tiene a un niño breakdancer y artista marcial como inseparable compañero. A su vez Buppa tiene 2 compinches de fechorías y matonería que destacan en particular, uno su hijo Nkoi (Yôsuke Kubozuka) que me recuerda a los Illya Kuryaki and the Valderramas, quien tiene la gracia de usar gente “esclavizada” como estatuas y muebles; y el otro es Mera (un fantástico Ryôhei Suzuki), un lugarteniente de Buppa que tiene mucha participación y es la invención más audaz y cool del conjunto, un nipón de cabello rubio que yace medio desnudo en varias oportunidades y cree que el tamaño dotado del miembro es síntoma del mayor respeto del yakuza. En ese caso, no faltan los personajes rimbombantes, es marca distintiva del filme, del hip hop y del manga.

Se trata de una batalla campal, sin freno, inicialmente de todos contra todos, para luego pasar a hacer una coalición contra Buppa y su descocado clan, habiendo un tratamiento menor de venganzas, donde el entretenimiento es lo que prima, habiendo luchas por aquí y por allá, a cada rato, mero juego, no es que brille una narrativa compleja ni que sea un valor especial, tanto que hay mucha irreverencia, perdonando y entendiendo sin más incluso al rival, que como nos lo cuenta un narrador callejero, Mc (Shôta Sometani), se vive la naturaleza del hip hop en el lema de tratar de conquistar el mundo, de hacer mucho ruido, tal cual lo perpetra fiel Sion Sono, habiendo buena solvencia con la aclimatación al Japón, que copia y asume esta cultura musical perfectamente, pero excediéndose para entretener al espectador. En la que es una película con credibilidad, porque tiene mucha arte marcial, como esa extravagancia que también profesan mucho en la contemporaneidad de Tokyo, que el hip hop se pliega sin problemas.

De la misma forma la música y el rapeo no molesta en ningún momento, cuando el musical puede ser un género fatigoso, siguiendo cierta tendencia igualitaria que parece lucir como una “estándar” voz en off. Donde reina la figura rebelde y fantástica que no se toma en serio, la cual nace de ese otro lugar que aguanta y sostiene mucha libertad y anarquía, el manga, con lo que no resulta tan extraño ver al Japón rapeando, o que el filme represente tremenda rara avis. En el que es el grito inteligente de la espectacularidad e intensidad de la locura cinéfila.