martes, 11 de agosto de 2015

Una segunda madre (Que Horas Ela Volta?)

Presente en la sección de la competencia oficial del 19 festival de cine de Lima, merecedora del premio especial del jurado en actuación en el festival de Sundance 2015 para Regina Casé y Camila Márdila, madre e hija respectiva en la historia de una empleada de servicio, cama adentro, desde hace muchos años (cuando su hija recién nacía y debía hallarle sustento y tuvo que sacrificarse, siendo criada por una pariente, cuando mandaba dinero, y un aura de bienestar y comodidad, como de la ilusión de riqueza con sus visitas), que es muy respetuosa de su lugar en un hogar de clase pudiente en que labora, hasta sufrir la incomodidad que le presenta su joven hija que suelta y fresca no se percibe distinta y puede ser algo confianzuda con los dueños y patrones, que sienten su llegada en sus vidas, la madre con los celos crecientes y la desconfianza, poniendo distancias de clase social, como que se mueva de la cocina para adentro; el padre con la atracción del deseo y el buen humor que ella le produce; el hijo con su estado virginal, engreído y adolescente fumando marihuana, andando con amigos y divirtiéndose. Jessica (genial la novel Camila Márdila) pone de vuelta de cabeza el estándar mental de su madre, de Val (inconmensurable Regina Casé, que es fuerte candidata a mejor actriz en el festival de Lima), cuando con su actitud, palabras y relajo le da una clase de igualdad y de menor sumisión con las diferencias de ser una empleada, en una auscultación social y política de sencilla premisa, basada más en su comedia, en la luminosidad de sus postulados y narrativa, y en su entretenimiento cálido.

Val es una mujer muy sana, anda todo el tiempo sonriente y feliz, espolvoreando pequeña comedia inocente en el filme con su manera de ser, quien es bastante cariñosa con el hijo de la casa, que hasta tiene más cercanía con ella que con su propia progenitora que le pide más atención literalmente, a lo que alude algo lejano, más en un lugar común, el título en español con su acercamiento maternal de aire adoptivo, o más, en que da la sensación de que Jessica está descubriendo en ella una segunda madre (en el rótulo original en portugués ¿A qué hora ella vuelve? que indica no solo la añoranza infantil del momento, sino más tarde en el nuevo trato acerca de la recuperación de aquella otrora figura de admiración, tanto como mayor cercanía y compatibilidad), ya que Val parece tener distintas conformaciones de identidad frente a ella, una como la madre que venía de pequeña y alimentaba su ilusión, trayéndole regalos y paseos, creándole proyección, como lo muestra su anhelo de superación en lo universitario, en querer ser arquitecta, aun bajo dificultades económicas y responsabilidades que repiten el modelo anterior de madre e hija con Val y ella pero bajo otra decisión, y la nueva en una mujer demasiado hacendosa y sojuzgada por decisión “propia” en un trabajo donde hay lugares distintos (típico) para comer para ella y sus patrones, como en el simbólico helado y la rebeldía de Jessica con comerse el más fino y del hijo aprovechando la afabilidad del padre; un cuartito pequeño de servicio para dormir, en comparación al de visita que es enorme y elegante; el ausente trato próximo y semejante sin lugar de ubicación como pasa con Jessica que se asume de esa manera sin remilgos, dándole dolores de cabeza  a su madre que hasta la vigila y la cree pretenciosa; o en no poder meterse nunca a la piscina, en el que es una relegación común a un lugar menor producto de su orden social y empleo, que su recién venida hija removerá, alentando su espíritu, hasta esa tierna figura en la piscina a poco llenar, que es el cambio de aquella “sutilidad” de haberla desaguado por una rata. Uno de los pocos instantes donde la familia se comporta mal, ya que no se trata de ningún melodrama de maltratos, todo se mueve con mucho cuidado y elocuencia fina, aunque sea un filme directo y bastante llevadero, fácil de llegar al público, no obstante asume su cariz social con delicadeza y arte, sin énfasis ni subrayados, ni demasiados efectismos primarios, logrando una propuesta sencilla y amable, pero inteligente, a buen punto. En donde no hay una crítica muy dura, o mejor dicho, sostenida, sólida, contra las diferencias sociales, en el trabajo de patrón y empleado, aunque se agarre bien para cautivar  a través de ello, más bien se trata de un cambio mental, el de proveernos de nuestra identidad, personalidad y libertad, haciendo lo que queramos finalmente, como todos pretendemos, proponiendo tener sueños, y acciones “mayores”, o sea, algo enteramente nuestro, ser en toda palabra si se quiere, vivir a plenitud, y no solo estar entregado a otros, donde lo maternal, como en Jessica, una generación ambiciosa, no debe dejarnos que se escapen las metas.

El filme de la brasileña Anna Muylaert es una historia que tiene dos caras, la de la humildad de Val, y la de lo quiero todo de Jessica, y debe coexistir un balance entre ellas, aunque lo de la menor sea la influencia capital en el filme ya que Val como el centro de la obra necesita respirar una transformación, de tantos años, más de 15, y la hija es el detonante y a todas luces el camino, refiriéndonos a su actitud, aunque de alguna forma como que su tiempo ya se ha ido, y pasa a ser lo mismo en otro mundo, madre (y hasta abuela, aunque cierto no lo va a dejar de ser nunca, es el amor inamovible), ya no en un hogar ajeno, en otro, el suyo, y hacerse cargo de la hija nuevamente, ahora in situ, con lo que en realidad el filme adolece de mayor premisa, porque se estanca un poco en la simpleza de las diferencias sociales (en lo inmediato, hay que ver y aclarar), en solo dejarlas atrás, pero ¿cómo?, en realidad, al fin y al cabo, con la independencia nos dice, y una buena onda para atraer público, y queda un vacío en su alegría y auto-complacencia, en solo pedir la ruptura de la madre (la ayuda es secundaria, y, desde luego, naturalmente voluntaria, le hace feliz como madre), con lo que debió haber una resolución con oportunidad de lucir esa libertad, más allá del abandono, en la elipsis del futuro encallada en hacerse cargo de sus propios familiares, quedando endeble a mi ver, pero puede que sea realismo y miras convencionales, no buscando la grandilocuencia, solo el afecto, la esencia y la empatía, con lo que funciona, y queda un filme simpático, que es lo predominante de su búsqueda.