jueves, 30 de octubre de 2014

Favula

Lo primero que hay que resaltar viendo éste filme es que pretende ser original, y hay que decir que tiene éxito en su anhelo –y lo aplaudo por ello- con la construcción de sus imágenes y su estructura repetitiva y enfática de narrar regodeándose en su efectiva contextualización visual, superponiendo a sus personajes en bustos o medios cuerpos sobre todo, en una especie de jungla de aire evanescente, mientras apela a las sensaciones. Estamos ante un “particular” concepto de empatía, uno que remite al pasado, donde las palabras sobran, no son capitales. El gesto es adusto, a ratos sugerente, pero no del todo melodramático siendo intrínseco al respecto, aquello es de presencia más sutil de lo normal, es decir, se oculta a un punto la tristeza que es parte esencial del retrato, dentro de un pozo de vitalidad más que de derrota, como de esperar el momento de reacción, creer en la libertad.

El director argentino Raúl Perrone que cuenta con alrededor de 30 películas en su filmografía y una fama de director de culto en su país y allegados seguidores latinoamericanos no logra la obra maestra por su simplicidad argumental, pero sí una propuesta bastante atípica que plantea su propia estética y el mayor logro de la obra presente a esa vera narrativa, estando ante una creación de consumada neta arte cinematográfica –a pesar de que recoge la idea literaria en lo que refiere a su tipo de ficción- que se rige a la potencia y redundancia de la construcción de sus imágenes. Parece el escenario central un profuso jardín que yace difuso de precisar, lo que habla de creatividad en la edición/post-producción; a la par se usa una amplia casa de aspecto abandonado, que da la nota sociológica en la historia.

Favula (2014) despierta con gran virtud la sensibilidad de nuestros sentidos audiovisuales junto a su contundente musicalización de cumbia electrónica o imponentes sonidos naturales en un conjunto que cuenta con suma imaginación en cuanto a sus formas, dictadas en el blanco y negro, lo obscuro, el gris y el collage, donde brilla en su trama el apasionamiento por las armas de fuego, que remiten a lo salvaje del medio, la selva, la caza, la lucha del más fuerte, y su cualidad de fábula que bien simboliza la intromisión de un tigre o algunos insectos fecundadores al estilo de Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010) en que hay una unión sensual/erótica entre hombres y animales. Va de la mano de un cariz básico romántico novelesco, en la liberación de una muchachita virgen de apariencia punk que yace propensa a ser vendida o prostituida por padres o custodios abusivos y mercantilistas de aspecto gitano. En ello articula a su vez la simbolización de una realidad contemporánea en los jóvenes huérfanos y desprotegidos de las calles que subsisten en base a la ayuda mutua, como bien refleja la salvación de la chiquilla.

La historia que en su espacio implica la noción de un pequeño cuento hiperbolizado experimenta y sale airosa. Conmueve, y agita pasiones. Los chiquillos callejeros protagonistas ven en el cine su realidad vuelta ficción, literalmente; convertida en una fábula, como en la distorsión –la declaración de intenciones- de la palabra que el título llama favula. Éste es un filme que sorprende y no agota, a pesar del estilo escogido que divaga, repite y exalta, predispone, juega y consuma al fin sus escuetas líneas narrativas. Favula estuvo en el festival de Locarno 2014. Perrone no suele salir de su país, ni siquiera sale tan fácilmente de su natal Ituzaingó, donde contextualiza sus filmes; pero que mejor que mandar su película a Locarno, festival que se rige por un cine arte minoritario y rebelde.

Favula es un buen viaje del séptimo arte, de esos que son toda una experiencia, en el buen uso de la conjunción de sus distintos elementos, dispuestos creativamente, manteniendo el buen  nivel de su película anterior, P3nd3jo5 (2013), que también hace historia, mínimo en la propia. La presente obra lo justifica como un autor apreciado por un sector de la crítica de su país, pero yace tantas veces dejado de lado por un público poco atrevido o nada curioso, no obstante es quien en uno ve un trabajo de tantos años que realmente reditúa, tanto como una búsqueda que no se acaba, que tiene bases bien cimentadas, y que -como observamos- tiene para innovar, para dar mucho más.