domingo, 4 de agosto de 2013

7 cajas

El dúo de directores paraguayos Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori ponen en la palestra al séptimo arte de su país cuando no es usual ver algo de él, y de qué manera, lo hacen con mucha calidad aunque con algunos (pocos) errores, perdonables. El filme en cuestión, su segundo largometraje en conjunto, es una historia trepidante que no baja la guardia ni la intensidad en ningún momento, recurriendo a escenas de mucha y constante tensión, al poner al borde de la revelación, la detención o el hurto una carga especial que un joven que transporta mercadería en un mercado populoso y popular conocido solo como el mercado número 4 debe sacar a “pasear” para que la policía no la descubra, no obstante en ese trayecto otros compañeros desleales y delincuenciales querrán hacerse con ella.

Víctor (debut de un sencillo y calmo aunque inspirado Celso Franco) es un muchacho humilde que sueña con ser estrella de cine y cree ver su sueño realizado simplemente con poder grabarse a través de la filmadora de un costoso celular de segunda mano, el que quiere comprarle a la mejor amiga de su hermana, la que provee a la realización de una sub-trama en su embarazo y la ausencia de dinero y de su pareja para cuidarla y llevarla al hospital. Para ello recibe el encargo de llevarse y vigilar 7 cajas de madera de las que no sabe que contienen, a cambio de recibir al final del mandado la otra mitad de un billete de cien dólares prometido, lo que le alcanzaría para adquirir el celular y su aspiración de verse en alguna pantalla.

Una virtud del filme es proponer motivos a cada pequeña historia y personaje que contiene y luego interrelacionarla con el transporte de las cajas. Los giros y los imprevistos abundan, proponiendo una misión que a cada rato se ve proclive de truncarse. Mezcla la acción, habiendo crimen de fondo, todo desde un cuadrante amplio pero fijo en un espacio determinado, el mercado, mientras lo recorren los cargadores que no se despegan de sus carretillas de metal que son como parte indisoluble de ellos (y sin caer en el ridículo o en lo incongruente con lo real, no lo ponemos en duda), como si fueran armas o extensiones de su cuerpo; son hombres metalizados en varios sentidos, la necesidad los mueve al crimen.

Hay romance y comedia medida, en dosis cortas pero visibles que proporcionan un respiro a lo álgido, teniendo sobre todo un tono serio. En general es un thriller que sabe jugar muy bien sus fichas, estar al tanto del riesgo y de la derrota, que sería su esencia vital, hasta poner en peligro la propia vida de sus personajes o de enviarlos a la cárcel. Celso Franco tiene el rostro preciso, bonachón e ilusionado en especial, y la fisonomía para acarrear la intrepidez y agilidad que se necesita. En la trama vemos sus atributos compartidos con una amiga suya, Liz (Lali Gonzalez), una chiquilla simple, sin modales y algo ahombrada, aunque simpática y buena gente.

Otro punto a resaltar es la pobreza del entorno que brilla como contexto y figura única que se adapta como rasgo en una historia que vale por su calidad de entretenimiento. No se percibe prioridad de lecturas sociales, pero, lógicamente, están ahí, si bien son más externas y más personales ya para cada espectador. Es decir, el filme quiere hacerte pasar un buen rato, con un thriller bien hecho que anhela ponerte al borde de la butaca y sí que lo consigue. Además, yace la particularidad de que está grabado en los dos idiomas oficiales del país, en el guaraní que acompaña al español, y para su esclarecimiento utiliza subtítulos. 

Entre lo criticable está la música que se amolda a los sucesos pero cae en ser muy obvia y no tan creativa, en resumen resulta idónea pero fácil, mientras los malos, los de la carnicería árabe son algo risibles y poco fieros, en realidad; se pasan ya de ordinarios que dan la sensación contradictoria de lucir inocuos, aunque la película no va por el camino de la intimidación típica de las historias de mafia y asesinos, sino son personajes más de carácter "funcional", ya que la verdadera atracción lo articulan las 7 cajas y las peripecias de Víctor tras su fijación cinematográfica. Y es como si todo fuera un cúmulo de pretextos que alientan el estado de alerta, gracias a un inteligente guion, de Juan Carlos Maneglia asistido por Tana Schembori y por Tito Chamorro, que quieren ponernos los pelos de punta y al borde del colapso, con excelentes ideas que proporcionan giros, idas y venidas e imprevisibilidad, teniendo algunas imágenes rocambolescas como las persecuciones que se dan en la discoteca del mercado o en el estacionamiento de autos. Así mismo, sobresalen los artificios de cámara, ángulos extremos que invocan ritmo y una lograda vertiginosidad que hace lo que en los hermanos Dardenne proporcionaba incomodidad en el movimiento de Rosseta (1999).  

Si algo tiene de bastante sobresaliente el conjunto es que el filme se pasa en un santiamén, de lo que genera atención y adrenalina, poniendo fuerza y velocidad en el metraje sin dejar de lado el drama con la busca del marido de la cocinera embarazada; o la risa, como con el transexual, el guardia aprendiendo a usar el celular y el arresto, en un thriller que sabe explotar muy bien el género y compartir momentos con lapsos de otros. Es un filme completo y que muestra el buen nivel del cine latinoamericano que pinta de comercial pero con arte. Si todas las películas de la competencia oficial de ficción del 17 Festival de Cine de Lima van a ser como ésta y como Gloria de Sebastián Lelio tenemos goce asegurado y una disputa muy bien peleada.