sábado, 8 de junio de 2013

Catfish

Documental dirigido por Henry Joost y Ariel Schulman, que se nos desnuda completamente en todas sus aristas no dejando nada a la imaginación en medio de un aire de precisión, descubrimiento e información cinematográfica “sorprendente” que a un punto desconcierta y nos hace dudar un poco de su total credibilidad –donde parece colarse cierta artificialidad, premeditación y direccionalidad que denota demasiada subjetividad envuelta que como ya sabemos es admisible actualmente en el concepto artístico y recepción del documental del siglo XXI, mientras sea lo honesto que proclama ser- bajo una crítica al engaño que pueden fabricar las redes sociales, algo que en realidad puede aparecer en todas partes y no representa mayor contundencia negativa para con internet que sigue siendo un mar de ventajas por encima de sus detractores tanto como fuente de apariencias y falsas imágenes también, que es el tema que se trata en la película y que se sostiene en la búsqueda de un encantamiento banal en un gancho atractivo para un hombre soltero –la promesa de un romance con una mujer hermosa, interesante y sensual- y que oculta algo patético y triste.

El argumento gira sobre la relación de Yaniv “Nev” Schulman, un joven fotógrafo profesional y ciudadano común americano de buena presencia física y agradable personalidad, con la familia de una niña de 8 años de edad llamada Abby con la que entabla amistad principalmente por facebook, en una relación que inicia cuando la pequeña  le envía una pintura basada en una de sus fotografías publicadas en el New York Times. Luego vienen más obras pictóricas y amigables conversaciones, hasta conocer a su media hermana, Megan, de la que Nev se siente atraído virtualmente, creando con ella un vínculo afectivo a través del teléfono, las redes sociales, sus imágenes provocativas en la web y la música que ella canta haciendo cover subidas en el chat. Sin embargo la relación que se ha vuelto solida con toda la familia de Abby en pocos minutos de descripción visual, en especial con Megan, y que es la constante que muestra la película, guarda un misterio por resolver tras un giro “inesperado” producto de algunas mentiras descubiertas en el camino, que nos dirigen hacia un cambio en buena medida rotundo. Que a tan solo 25 minutos de metraje ya alimenta notablemente nuestra emoción y tensión por poder conocer que se cuece detrás de la propuesta, cuáles son las revelaciones que nos esperan.

Al final lo que se esconde resulta nada del otro mundo, si atendemos a lo que es objetivamente, es además algo previsible en su idea esencial pero que articula un inconfundible aire de inocencia y melancolía dentro de las falsedades, porque son a fin de cuentas inocuas salvo manipular las expectativas de aguardar hallar gente muy atractiva socialmente y no un espacio de desilusión y sensación de derrota (lo que termina siendo productivo de todas formas y que denota que no es una regla inamovible lo de estar o no “dentro del grupo” o lo que se entiende por lo que es o no felicidad), viviéndose eso sí mucha emotividad ante la confesión que tiene de continua colaboración, honestidad y timidez, lo que cambia fehacientemente nuestro estado de ánimo como espectadores (en cambio los directores del filme que también son personajes del documental en el hermano y el amigo, junto con Nev, se mantienen muy tranquilos y hasta yacen contentos con lo que han develado, y no podemos desmerecer que se debe al mérito de su trabajo ya que es un documental solvente y atrapante, una muy buena historia que han conquistado y está bien ejecutada aparte de tener calidad estética como poseer una gran estructura con diversas tomas, registros y técnicas electrónicas, solo que lastimosamente duele y molesta un poco), ya que a pesar de reprobar las acciones sientes conmiseración y lastima.

Da la impresión de que se explota el tema, lo que incomodaría a cualquiera, y que es una exposición que por más reprobable que sea el engaño involucrando a otros y su derecho como tal a destaparlo, termina siendo un documental que utiliza y expone a un ser humano con baja autoestima y que pasa por la frustración de su vida. Además de que se respira el egocentrismo de Yaniv Schulman que es pieza importante tanto en lo que vemos como en lo que significa, y que él mismo lo anticipa con una línea salida de su boca en que parece lavarse las manos y dice que no quiere ser centro de nada en una película ni que se exhiba su vida, y eso mismo hemos pensado de otros en el documental, y seguro por eso el filme no cala demasiado en cuanto al aplauso emocional si bien el logro como trabajo es notorio. Sin embargo, no podemos dejar de notar que ese lapso vital en la obra al que “contradictoriamente” criticamos y es el sentido del filme, disminuye un poco cuando leemos las letras del epilogo y como termina el asunto en algo constructivo que finalmente queda como mera anécdota, como es realmente la película, una hipérbole de emociones para con la curiosidad del público basado en un tema ordinario, en dilucidar una mentira a través de la cámara que enseña en el fondo a un ser humano soñador y bondadoso –tiene encima a una familia difícil- con deseo de que le rodee un aprecio distinto, un error ya que lo que debe hacer es mejorar desde su realidad, como termina pasando, agregando, respetándose y proyectándose, lo mejor del filme, y eso son sus 5 minutos finales, para lo que ha valido la pena ver la película ya que sino como tal no valdría como retrato de vida humanitario como es la razón primordial del documental.

La trama se basa en lo que se titula, el pez gato (traducción al español de catfish) que como se nos cuenta en la historia proviene de la necesidad de ese animal para la mayor conservación del bacalao en una época en que se enviaba en cantidades industriales desde Alaska hacia China, y que significa que uno se apoya en algo especial y exógeno a nosotros para cubrir la vacuidad, el vacío y lo soez de nuestra existencia. Algo que bien visto lo es alguien en el filme para Nev y no solo viceversa. Y es que las grandes historias no serían nada sin las pequeñas. Muchas veces -hay que repetirlo- más importantes.