sábado, 13 de octubre de 2012

Rodencia y el diente de la princesa

Una coproducción peruano argentina nos trae la segunda película de animación dirigida por el bonaerense David Bisbano tras Valentino y el clan del can (2008), y ya ha pasado mucha agua bajo el puente desde Piratas en el Callao (2005), el primer largometraje de dibujos animados que se hizo en el Perú. Hoy día constatamos en la presente que la animación ha progresado notablemente hasta estar en estándares bastante más respetables que antaño aunque aún insuficientes a lo que esperamos tener como bandera ya que se aspira a llegar a lo más destacado. El trabajo en computadora tiene mucho más movimiento en sus caracteres, sus figuras y paisajes son más nutridos, los personajes tienen mayor creatividad artística visual –algunos como Roquefort y Gruyere son muy estéticos- si bien todavía falta un poco de atrevimiento y mayor personalidad, esto conjugado, no por separado. Y es que enseguida se nota que siguen parámetros extranjeros angloamericanos y no está mal porque reviste de inocencia al producto, lo hace muy aceptable a lo que se suele estimar en lo tradicional del género, sin embargo esto conlleva diálogos muy planos, muy tímidos, o peor aún, frases pseudo inteligentes que caen en saco roto de la verdadera perspicacia al estar espolvoreadas como si se tratara de alguna argucia de palomilla de ventana.

Equivale a su vez a no proporcionar demasiada identidad a la realización y no solo se trata de lugares fáciles de ubicar, como el chullo de Edam –ingenioso el nombre de quesos en los personajes- o algunos parajes de la serranía cusqueña, sino de darle independencia y novedad que la distinga como algo personalizado, siendo lo colectivo en cuestión algo más primario, el ciudadano del mundo también tiene características que lo señalan con alguna procedencia y que mejor que las más sustanciales y ricas de difundir, de esas que generan curiosidad e interés, y no solo hay que referir a lo más esencial en cuanto a básico, ya que en lo que todos esperan –por lo general- no implica arte. Y es que se puede desprender que hay un deseo de universalización, necesario para tratar de llevarlo por los distintos países de habla hispana mientras pone la nota “exótica” con los soldados argentinos o el espacio andino, pero requiere sin pretender ser nacionalista generar plectro en sus formas y eso conlleva también no solo generar una notoria contextualización; si se quiere un ambiente determinado se debe tratar de innovar aun respetando lo tratado y buscar una fisonomía más compleja, no solo recurrir a una adaptación general con base sencilla, como lo campesino para referir a lo autóctono.

Rodencia posee virtud, aunque puede ser predecible y juega a hacerlo notar en ciertos casos, lo de la princesa y amiga, el acoplarse a una historia que conlleva a los héroes como familiares, el enemigo disidente en el ratón, la lucha por sobresalir siendo primeramente mediocre, tampoco van a inventarlo todo, pero requiere más, y de eso hay camino hecho, tiene un discurrir amplio, es decir mucha aventura, varios problemas a resolver, el aprendiz de mago, la lucha contra los invasores, la misión al mundo humano mientras el vencedor logra la mano real. Incluso la batalla de ratas y ratones no es una guerra que sigue el esquema manido, dominación y liberación, sino se da un tira y afloja, que hace que sea más jugoso el filme. Y esto va a la par de los 4 guerreros en pos del diente de una niña, una genialidad ya que se amolda muy coherente a la práctica del ratón que intercambia una moneda por una pieza bucal, dentro de una tradición cosmopolita, denotando quiénes son y lo que suelen hacer entre comillas, dos mundos paralelos interconectados y hasta dos cosmovisiones geográficas -occidente y Cuzco o un Cuzco abierto al mundo-, brindando un poco de más fantasía sobre una costumbre.

Van a un consultorio odontológico, que mejor lugar para buscar el secreto del triunfo en un mapa con un símbolo (una arbitrariedad mágica idónea dentro de un cuento) luego convertida en naturaleza, un colofón ya de regalo intrascendente en la historia. La pequeña princesa lo es en su hogar al ser la luz de los ojos de los padres, mostrando algo conocido mezclado con la habilidad de la imaginación, sin necesidad de ser críptico o salirse de ser algo accesible para el público principalmente infantil, pero apreciando que es capaz de entretener a toda edad –además de que los buenos aficionados al séptimo arte no tienen solo un punto de encuentro sino están abiertos a toda la gama de posibilidades- bajo la licencia de su sencillez de postulados, pudiendo verse como una comedia ligera pero educada, con una película que produce un sentimiento agradable de que sea parte de nuestro cine.