miércoles, 12 de enero de 2011

Altiplano

Altiplano tiene dos mujeres como protagonistas principales, ambas pasan por lo mismo, pierden a un importante ser amado en sus vidas. Una vive en los andes en un paisaje exótico y autóctono, en un pequeño pueblito de la Sierra peruana alejado de la civilización, y está a punto de casarse. La otra acaba de perder a un estimado compañero en Irak y se encuentra deprimida resistente a seguir su carrera de fotógrafa aunque guarda una última valiosa fotografía, vive en Bélgica en una casona lúgubre y gótica mientras su esposo viaja al pueblito de la primera mujer a trabajar como oftalmólogo con un grupo de doctores voluntarios que curan las cataratas de los indígenas.

La pérdida de una se debe a la contaminación de una minera y la injusticia no alberga sentenciados ni se señalan culpables más bien las manifestaciones por esa muerte se reprimen con la fuerza militar. Es la vieja historia de la marginación y el desprecio, del poderoso sobre el débil. La otra pierde a su amado en un ataque producto de la impotencia y del dolor del pueblo que se vuelve violento y hace pagar a inocentes en donde corresponde a culpables asumiendo que todos los foráneos son iguales aunque solo comparten el hecho de que provienen de Europa. Lanzan piedras al grito de ¡pishtacos!, ¡pishtacos!, los legendarios asesinos que se mueven en el ande y que roban la grasa de sus víctimas, que están asociados con el extranjero y la impunidad como al abuso del desposeído.

Una de las principales se llama Saturnina, la actriz Magaly Solier, quien es la indígena; la otra es Grace, en la actriz Jasmin Tabatabai, como la europea. Al final de la película mezclan sus vidas y curan sus heridas, aunque de forma mítica, fantasmal, enigmática, laboriosa. Al formar parte de la comunidad Grace convive con el espíritu guerrero -asociado a la naturaleza - de una mujer que se quito la vida proclamando esa transformación. Ellas en la unión con el medio, una con el espacio en forma inmaterial y la otra en lo tangible humildemente, logran superar sus penas. Grace parece compensar la pérdida de la población con su inserción en la comunidad y a la vez logra recuperarse de su tristeza al hacerlo. Deja la piedra que carga su sufrimiento en el río donde yace el ánima de la suicida que se filmó antes de matarse con la cámara de su marido, vídeo que Grace ve, y parece darle pistas de qué suceso pasó en el altiplano.

En la película se vive una torre de babel, se habla español, francés, inglés y quechua, uno siente que vive en un caos de idiomas y comunicación. El equipo de doctores formado por el esposo de Grace, el actor belga Olivier Gourmet, junto a la peruana Norma Martínez realizan actuaciones incipientes e insípidas a pesar de sus trayectorias y experiencia, y en la película se vive mucho esto, los actores no se compenetran con el espectador, no llegan a consolidarse y quedan sólo en la superficie. La muerte de Ignacio ocurre con pocos datos de por medio, no resalta mucho, a pesar de que es una pieza fundamental en el desarrollo de las situaciones a posteriori. La muerte de Max es abrupta, seca, simplona, un poco irreal y termina siendo rápida. Ese es uno de los defectos de la cinta, suceden circunstancias importantes que no son impactantes aunque se pretenden como tales. El suicidio de una mujer bajo un discurso que parece repetir otros muchos similares pretende venganza y quiere darle un sentido a ese acto pero nada de eso ocurre ni toma ninguna forma que no sea lo obvio de vagar como fantasma. Esa muerte sólo sirve para generar el cambio interno de Grace.

Después, se siente en el filme que las secuencias cambian con velocidad, que no llegan a atrapar la atención; una virgen se rompe y Saturnina se desgarra emocionalmente pero luego pasa la toma sin mayor repercusión ni significado; dos enmascarados de luna y de sol son extravagantes pero no mueven sensaciones ni generan preguntas. Ese es otro de los defectos de la película, no te aflige ni te enternece ni te enoja, como no se compromete con crear personajes sólidos ni contextos eficaces, lo que denota una dirección con poco talento. No te llegas a interesar por lo que estás viendo.

Magaly Solier llora, se enternece, grita, se molesta, se apasiona, se arrebata, hace de todo en fluidas actuaciones pero su personaje es tan endeble que no te llega a calar ni llegas a apreciarla en su conjunto, puede ser hasta molesta. Por el otro lado Jasmin Tabatabai también tiene una buena interpretación en un personaje de poco relleno y alcance en contexto, que está dirigido sin hábil dirección; como que no aprovecharon a las actrices y a las varias historias que pudieron ser atrayentes en manos más diestras; ella resulta más meditabunda, más racional, otro tipo de performance, tan rescatable como la de Solier, a pesar de los nimios efectos que produce.

Se diría que han desperdiciado su tiempo en esta producción o lo pueden tomar como un escaparate para mostrar sus habilidades en la escasez de recursos de una película, y también uno siente malgastado su tiempo porque si bien la cinta parece haber tenido un guion con varias ideas de fondo la realización las destruyó, es decir, no las supo explotar, dejando una película para el olvido inmediato, que no creo que llegue ni a ser parte de algún tiempo muerto en la televisión, porque no llega ni siquiera a ser entretenida, mucho menos inteligente, aunque lo pretende. Quiere ser una obra de autor pero sin desprenderse de lo convencional, no se decide y falla al quedarse con ambos estilos; no deja nada que la rescate del abismo. Sus escenas rápidas, anti-clímax, de baja empatía emocional, incompletas, indecisas, entrecortadas, injustificadas, hacen de éste filme de Peter Brosens y Jessica Woodworth, relativos novatos en la dirección de cine, una obra fallida.